Cuando
caigo en la oscuridad de la luz, te veo.
Cuando
cierro los ojos y abro mi alma, allí estás.
Te
tengo, te abrazo fuerte y no lo creo.
Te
sujeto, te lloro y te vas.
Transito
por el infierno de mi cabeza.
Infierno
color cielo cuando apareces.
Hay sentada
una anciana que reza.
Y un
obispo pecando mil veces.
En marcha
triste van los muertos caminando.
Miro
incluso a través de sus ojos pero no te encuentro.
¡Oh
mujer! Mis lágrimas te están buscando.
Un demonio
muere riendo desde el centro.
Hay un
crujir de dientes y desesperación.
Me
tropiezo con Dante y Virgilio.
Atravieso
la hoguera y la emancipación.
Por
error, en el Vaticano y su concilio.
¿Dónde
estás mujer? ¿Dónde estás?
¿Qué
no ves que me estoy desangrando de ti?
Me
has amado antes pero… ¿Ya no más?
Lloro
pedazos de carne de mí.
Y
sin darme cuenta estás abrazándome.
Te veo
y me encandilo con tus soles.
Empiezas
al dolor acariciándome.
Asumir,
los papeles, los besos, los roles.
Desnúdate
para vestirnos con nuestras pieles.
Enreda
a mi verbo con tu boca.
Bebamos
nuestros azufres y mieles.
Mata
a la asfixia que me sofoca.
Hagamos
la guerra haciendo el amor.
Haz
realidad mis malas intenciones.
Matemos
al frío con nuestro calor.
Abre
tus piernas y sintamos pasiones.
Abro
los ojos y se cierra mi alma.
Desperté
de mi cabeza.
Rasguño
mis palmas.
¡He
perdido a la princesa!
Hay
una tú en otro lado.
Y hay
una tú en este plano.
Una me
hace sentir amado.
Otra
que todo es en vano.
Te
pregunto si alguna vez serás mía.
Te
lo pregunto con gestos muy risueños.
Me
contestas con mucha alegría.
En
tus sueños, pequeño, en tus sueños.